Creo que he visto un lindo fantasma...

Debo confesar que soy fan de las dos películas de Los Cazafantasmas. Nacido en los ochenta, sé apreciar el regusto clásico que desprenden, ese matiz añejo que, al igual que con ciertos videojuegos, nos tiene encandilados a los amantes de lo retro. Sí, incluso a pesar —desde una perspectiva actual— de los efectos especiales tan cutres. Pasa algo similar con los gráficos, ¿a quién le importan si el juego es adictivo? No a los ochenteros, por supuesto.

Los Cazafantasmas, como buen éxito de cine comercial que se precie, tuvo su versión virtual en forma de videojuego. En este caso, de la segunda parte. Destaco también dos versiones, una sublime de Nes y otra no tanto de Game Boy.

Perdonad mi carencia de medios.

Por suerte, pude disfrutar de ambas. Más o menos al mismo tiempo, además. Al realizar estos artículos siempre hablo de memoria, por eso a veces las fechas no serán del todo exactas, aunque eso a vosotros os importe un pimiento. Si mal no recuerdo, todo ocurrió en el mil novecientos noventa y ocho. Vi las dos películas y, de repente, me convertí en un fanático. Hoy día lo sigo siendo, como he dicho al principio: poseo ambas películas y los dos juegos, aunque el de Nes está perdido en algún lugar de mi trastero, una especie de caverna platónica. De eso, ya hablaré otro día. Cuando las películas me supieron a poco, decidí (después de enterarme de su existencia) apostar por los videojuegos y pillé —dineral por medio— el cartucho de sobremesa. Otra gran decisión. Un juego excepcional que, aunque basado en la película, poseía su particular encanto propio. Ya confesé que no soy un jugón al uso, por eso los datos técnicos me bailan un tanto, pero nos encontramos ante un juego con vista cenital (sí, al más puro estilo Diablo o Zelda) donde manejaremos dos personajes al mismo tiempo, seleccionados del reparto original de la película: uno con el láser y otro con la trampa. El segundo se limita a seguirte por el escenario, aunque tendrás que ordenarle cuándo abrir la trampa para fantasmas. Niveles muy diferentes y variados, inspirados de nuevo en los vistos en el filme. También algún pequeño puzle y mucho fantasma suelto al que atrapar. Un juegazo, en resumen.

Los gráficos, más allá del color, son muy parecidos.

De la sobremesa a la portátil. Aquí ya no hay tantas flores. La dinámica es casi la misma (luego matizamos) y el desarrollo del juego bastante similar, pero el control es tan flojo, que el juego cae en picado varios puntos. El problema está en el segundo personaje, quien se comporta como si le faltaran dos primaveras, alcanzando el mayor grado de inutilidad cuando se queda atascado en una sala diferente porque no se le ha ocurrido atravesar la puerta de turno. Por desgracia, ocurre demasiadas veces. Decía que la dinámica es casi la misma porque en el juego de Game Boy tendremos que limpiar las salas de fantasmas, literalmente. Los niveles consistirán en eso, en acabar con un número determinado de fantasmas en un tiempo concreto. Si se analiza con frialdad, viene a ser lo mismo que en el juego de Nes, pero a la hora de la verdad, el componente aventurero de la versión de sobremesa da un plus de calidad y de diversión del que el juego de Game Boy adolece.

Abajo puede verse el contador de fantasmas que nos quedan por atrapar.

Vamos, que no sirva de precedente, pero por una vez el juego de mi consola portátil preferida no terminó de convencerme y el de Nes me enamoró. Dicho esto, creo que bien merece una oportunidad. Como las películas, por muy de la generación Playstation que seas.

¡Un abrazo, retroconsoleros!